Principios básicos para la prevención del suicidio en programas de acompañamiento en crisis por teléfono o presencial

Por: José Fernando Gómez del Campo Estrada

Durante el último año y medio, a causa de la pandemia por covid19, la tasa de suicidio incrementó significativamente en la población tanto mexicana como mundial, convirtiéndose en una situación que debe de atenderse con emergencia. 

Al trabajar con personas que presentan tendencias suicidas, se identifican cinco etapas o aspectos que no necesariamente se presentan en orden, pero los cuales deben de cumplirse.

El establecimiento de la relación, implica mantener el contacto con el paciente y obtener información acerca de su estado. Es importante que la persona que está interviniendo para ayudar trate de sentirse tranquilo, relajado y seguro de su capacidad para ayudar. El hecho de haber establecido el contacto, ya sea por teléfono o personalmente, nos indica que el paciente desea recibir ayuda. La meta inmediata es obtener información para poder evaluar el peligro potencial de suicidio.

La identificación y clarificación del problema central es una etapa importante, ya que la persona suicida por lo común exhibe aparente confusión, caos y desorganización, no tiene claro cuál es su problema principal y se ha perdido en los detalles. Es importante ayudar a clarificar y jerarquizar los problemas de la persona, ya que en algunos casos sí puede tener claro el problema, pero indica que no parece encontrar solución. De esta etapa se deriva el acompañamiento en la búsqueda de posibles soluciones.

En la evaluación del potencial suicida nos referimos al grado de probabilidad de que la persona se comporte de modo autodestructivo en el futuro inmediato o relativamente cercano. Para evaluar esto, se han desarrollado los siguientes criterios: 

Sexo y edad. Tanto las estadísticas como la experiencia muestran que la tasa de suicidios consumados aumenta con la edad, y que es más común en hombres que en mujeres. La comunicación de la idea suicida es más peligrosa si viene de un hombre de edad avanzada, que si se trata de una mujer joven, aunque también se considera más peligrosa la llamada de una mujer mayor, que la de un muchacho joven. Aunque la edad y el sexo proporcionan un marco general para evaluar el potencial suicida, cada caso requiere una apreciación individual y la aplicación de los demás criterios. En la actualidad se han incrementado los suicidios en menores de edad.

Estrategia o plan de suicidio. Este es probablemente el criterio más significativo. Deben considerarse tres elementos principales al evaluar el plan: qué tan letal es el método propuesto, disponibilidad de los medios, y especificidad de los detalles. Un método que implica el uso de un revólver, el saltar al vacío o ahorcarse, es más letal que aquellos en los que se piensa ingerir píldoras o cortarse las venas de las muñecas. Si se dispone del revólver es necesario tomar el aviso con mayor seriedad, que si la persona habla de conseguirlo. Cuando los planes son muy detallados hay que estar alerta, especialmente si los detalles son poco usuales, conducta que puede ocurrir en psicóticos. 

Gravedad del evento precipitante. La información al respecto se obtiene por lo general cuando preguntamos: “¿Por qué  llamas en esta ocasión?”. Puede ser un evento tanto intrapersonal como interpersonal: muerte repentina de un ser querido, divorcio o separación, pérdida del trabajo, bancarrota económica, y en general eventos como los que contiene la Escala de Readaptación Social, de Holmes y Rahe.  La intensidad del evento debe evaluarse según los criterios de la persona y no según criterios generales. Por ejemplo la muerte de una mascota puede ser una experiencia emocionalmente destructiva para algunas personas, mientras que para otras no lo es. 

Síntomas. La sintomatología suicida puede estar presente en varias alteraciones psicológicas. Dentro de las de mayor frecuencia se encuentran la depresión, la psicosis, el aislamiento y la agitación. Algunos síntomas asociados con depresión son las alteraciones del sueño, anorexia, pérdida de peso, alejamiento, apatía, pérdida de interés, desesperanza y desamparo, y sentimientos extremos de cansancio emocional y físico. Los estados psicóticos se caracterizan por la presencia de delirios, alucinaciones, estallidos de rabia, hostilidad y deseos de venganza, y pérdida de contacto con el entorno inmediato. Las personas agitadas se sienten incapaces de tolerar las presiones, temores y ansiedades, y buscan en la acción una liberación de sus sentimientos. Los alcohólicos y los farmacodependientes son personas de alto riesgo suicida.

Estilo de vida. Este criterio, en el sentido de que abarca una visión global del funcionamiento de la persona, se refiere a la estabilidad de su existencia, y permite evaluar si el comportamiento suicida es de naturaleza aguda o crónica. La persona estable tendrá una trayectoria positiva y consistente en su trabajo, una estabilidad matrimonial y familiar y ausencia de ideas suicidas previas. Si ya hubo intentos anteriores, la situación actual debe considerarse como más seria. El comportamiento suicida agudo puede encontrarse tanto en personas estables como inestables; el comportamiento suicida crónico sólo se encuentra en personas inestables.

Recursos. Los recursos del entorno de la persona juegan un papel crítico para definir si la persona vivirá o no. Se deben tratar de detectar personas a las que pueda recurrir durante las crisis suicidas y pueden ser familiares, parientes, amigos cercanos, médicos o religiosos. Otro recurso puede ser el trabajo de la persona, el cual es una fuente importante de autoestima y seguridad personal. Algunas personas y sus familiares, tratan de mantener la situación en secreto o incluso la niegan, este intento de secretismo y negación, debe de ser vigorosamente combatido y se debe tratar la situación suicida de modo directo, abierto y franco. Es mejor tanto para el suicida que la información y la responsabilidad sean compartidas con otros, esto puede darle a la persona algo que le hace mucha falta, el sentimiento de que otros se interesan y se preocupan por ella y que desean ayudarla. La situación es grave cuando no existen recursos aparentes o cuando ya se han agotado los existentes, en este caso se puede recurrir a la creación de nuevos apoyos situacionales, como podrían ser los grupos de autoayuda.

Aspectos de comunicación. El aspecto más importante es si la persona mantiene todavía la comunicación con otros, y la señal más alarmante es que la comunicación se encuentre totalmente dañada. Esto indica que la persona ha agotado sus recursos, lo que disminuye la posibilidad del rescate. La comunicación puede ser verbal y no verbal, directa e indirecta. Los indicadores más serios serían los comportamientos no verbales e indirectos, pues esto indica que los lazos interpersonales se han debilitado o han desaparecido y la posibilidad de consumar el suicidio aumenta.

Reacciones hacia personas significativas. Estas personas pueden ser vistas como cooperadoras o como no cooperadoras y hasta agresivas. Los no cooperadores, rechazan a la persona o niegan el peligro suicida y, por tanto, suspenden la comunicación tanto física como psicológica. En otros casos, el comportamiento de las personas significativas puede ser de impotencia, de desesperanza y de derrota. El derrotismo refuerza en la persona suicida, el sentimiento de desesperanza e incrementa el riesgo suicida, por el contrario las personas significativas cooperadoras reconocen la comunicación no verbal e indirecta, se dan cuenta de que el problema debe abordarse y buscan ayuda para la persona suicida, cuya esperanza y deseo de ayuda tienden a aumentar.

Situación médica. Esto puede aportar información adicional importante para evaluar el potencial suicida. La persona puede, por ejemplo, estar padeciendo una enfermedad crónica y debilitante que haya modificado considerablemente su apariencia y su autoconcepto. La persona puede encontrarse también experimentando temores ocultos de una enfermedad fatal, como cáncer o sida, sin querer confirmar el diagnóstico, o si el diagnóstico ha sido confirmado, no querer comunicarlo a ninguna persona.

Otra de las etapas es la evaluación de los recursos de la persona. Así como es importante reconocer los aspectos psicopatológicos de la situación, también es importante evaluar las fuerzas y recursos de la persona. El primer indicio puede provenir de su actitud ante quien le está brindando ayuda. Si la relación se establece y la persona es capaz de responder a la intervención, es muy probable que la situación sea resuelta, sin necesidad de recurrir a otros medios.

La última sería la mobilización de recursos y tratamiento de la situación suicida. En general, los casos de mayor potencial suicida requerirán más trabajo. Cuando la situación se encuentra fuera de control, tal vez sea necesario hospitalizar a la persona, sin embargo, la experiencia parece demostrar que sólo un porcentaje aproximado del 10% requiere esta medida y la mayoría de los casos se resuelve por medio de los procedimientos ordinarios del servicio de crisis, o por la canalización hacia la fuente indicada.

Todas estas etapas son importantes de llevar con cada paciente suicida que se presente, sin asumir nada e indagando propiamente en cada caso particular, incluso aún siendo una persona sin preparación psicológica o psiquiátrica, es importante conocer los indicadores de un suicida que nos pueden guiar para brindarle ayuda y dirigirlo con un especialista. En muchos casos una contención por parte de la familia y amigos cercanos puede hacer toda la diferencia para que un caso sea fatal o no. 

Si tú o alguien cercano está pasando por momentos difíciles, ha tenido pérdidas o simplemente no encuentra una solución a sus problemas siempre pueden pedir ayuda en un espacio donde se sientan seguros y escuchados. En Coaches por México estamos preparados para atender situaciones de crisis y emergencias, contamos con un equipo de coaches, psicólogos, y psiquiatras que están capacitados para dar la atención requerida y redirigir a los pacientes a las instancias y personas correspondientes de acuerdo a sus necesidades. 

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