Salud
por Karen López Murillo
La salud es un elemento clave de nuestro bienestar, y la parte más importante de nuestra vida, pues es lo que nos mantiene a flote. Lamentablemente la salud también es uno de los aspectos más descuidados por muchas personas, cuando hay asuntos apremiantes como los pagos, o los pendientes, la salud se deja en segundo, tercer, o cuarto plano.
Particularmente en nuestra cultura y sociedad no tenemos la educación de ponerlo como prioridad.
Desde la salud física, que ignoramos hasta el límite de lo posible, minimizando los síntomas, hasta la salud mental, que lamentablemente es un lujo que muchas personas no se pueden dar, y un prejuicio que muchas otras aún mantienen, y que les impide vivir con plenitud y disfrutar al máximo, conociendo sus emociones y gestionándolas de manera saludable.
La salud está conformada por muchos elementos, y por lo general cuando notamos que es deficiente, el daño ya se ha extendido, el dolor aparece como un intruso en nuestra casa, y se instala, nos toma como rehenes. Dice Elisa Díaz Castelo que donde comienza el dolor, comienza el cuerpo. Difícilmente recordamos cuando nos sentimos bien, es hasta que el malestar y el dolor se imponen, que añoramos la tranquilidad de la salud. El dolor es lo más tangible que tenemos, lo que nos hace conscientes de qué está mal, ya sea en el cuerpo o en la mente, y se vuelve un eje gravitacional, la vida comienza a orbitar a su alrededor. Se nos vuelve un contenedor que nos limita y nos impide la normalidad: caminar, comer, escuchar, pensar, estar. Por lo general pensamos en dos tipos de dolor: el físico y el emocional. Pero, ¿no es todo el dolor intrínsecamente físico? ¿en dónde más se puede alojar, si no es en el cuerpo? Todo dolor es físico, lo sentimos en algún lugar del cuerpo, nos habita. Como vimos en la plática con Claudia Gómez Robledo, el cuerpo y la mente son una unidad, el cuerpo es el vehículo del dolor, con y en él lo sentimos y ahí lo manifestamos, con nuestras posturas, nuestra cara, nuestra expresión corporal, y es también a través del cuerpo mismo que podemos sanar.
Es por esto que debemos hacer el hábito de voltear a vernos a conciencia y analizar nuestra salud física y emocional, la cual es mucho más difícil de afrontar, pues es un indicador de que un área más allá de nuestro radar, se encuentra mal. Mantenernos saludables es cuestión de llevar una vida tan balanceada como sea posible, pues la salud es como un rompecabezas con muchas piezas, y si falta alguna,—o varias—inevitablemente se verá incompleto. En la adultez, nuestro bienestar depende íntegramente de nosotros mismos, somos quienes debemos procurarnos ese autocuidado y amor propio que requiere el hacerse cargo de la salud propia, es también, un acto de amor hacia quienes nos rodean, pues nuestra salud impacta directamente en nuestras relaciones interpersonales, un estado de balance y tranquilidad se verá reflejado en una vida social equilibrada y sana.
Muchas veces, cuando un aspecto de la salud falla, causa un efecto dominó en el cual los demás comienzan a colapsar, como lo pudimos ver en la plática con la dentista María Pía de Vecchi, quien nos platicó acerca del impacto de la salud bucal en nuestro bienestar emocional, y cómo están íntimamente ligados estos dos aspectos. Tenemos que vernos como seres completos, en lugar de personas en situaciones compartimentalizadas, como el trabajo, la casa, los amigos, etc., pues todo se relaciona entre sí, y el malestar en un área siempre permeará a las demás. Busquemos un equilibrio, un estado de bienestar integral que nos permita vivir con plenitud, que nos otorgue una calidad de vida digna y disfrutable en cada aspecto.