Espiritualidad

por Karen López Murillo

En los tiempos modernos cada vez nos encontramos con un mayor número de personas que se encuentran alejadas de la religión por distintos motivos, siendo el conservadurismo de estas una de las razones más fuertes de la juventud para no adherirse a ellas.

Sin embargo, también vemos cada vez una creciente fascinación por prácticas que de alguna u otra forma ocupan el lugar de la espiritualidad y que se adaptan a las necesidades espirituales contemporáneas, las cuales son muy distintas a las que conocíamos antes.

Nos encontramos en un mundo en constante cambio en el cual nos rodea la incertidumbre y el conflicto, esto nos hace buscar un lugar que sea un remanso de paz en el que podamos refugiarnos de lo abrumador de las noticias y de la realidad, en donde encontremos certezas y tranquilidad, eso es la espiritualidad en cualquiera de sus formas.

La espiritualidad nos ofrece una plataforma para ampliar oportunidades de conocimiento, alcances y distinciones, a través de las cuales los seres humanos podemos vivir, sobrevivir y acceder al mundo, también nos ayuda a estar en equilibrio, a entender que el otro es, al igual que yo, un ser complejo con problemas y con una vida llena de altos y bajos, que también tiene errores y virtudes y que sus fallas no lo definen, nos da una perspectiva mucho más empática y compasiva hacia la vida y hacia aquellos con quienes nos toca compartirla.

Estar en contacto con nuestra espiritualidad – independientemente de cómo elegimos practicarla– es estar en contacto con nosotras mismas, es un ejercicio de autoconocimiento en el que, al mismo tiempo, aprendemos sobre los demás. El adentrarnos en nuestra forma de pensar es un ejercicio íntimo, cuestionante y confrontante, que se puede convertir en acciones concretas de transformación y desarrollo. Este pensamiento que surge en el centro de nuestro ser, nos permite apreciar la vida, respetar al otro, y hace de la bondad y la ternura una costumbre. Cuando cambia nuestra realidad inmediata comenzamos una ola de acciones que se pueden traducir en un cambio a mayor escala, e incluso si únicamente influenciamos a nuestro círculo inmediato de gente cercana, estaremos logrando un cambio inmenso, pues cada pequeño granito de amor y compasión hace la diferencia al enfrentarnos al mar de la indiferencia y del conflicto.

Esto es algo en lo que las religiones y prácticas espirituales coinciden: la clave está en acercarnos al otro, al prójimo, es decir, al próximo, a quien se encuentra cerca, y tenderle una mano, escucharle, ser su apoyo, y con ese pequeño gesto estaremos eligiendo un camino más fácil de transitar, juntos. Porque nuestra fortaleza nace y crece de nuestras redes, se sostiene en los vínculos que formamos y se reafirma en las personas que elegimos para caminar con nosotros en esta vida, para hacerla más ligera y llevadera, para hacer un cambio y ayudarnos mutuamente a ser mejores.

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